jueves, 3 de febrero de 2011

Bases programáticas para la Restauración Conservadora

Hablar de la situación actual de nuestra Patria se ha convertido en un lugar común, sobre el que parece ocioso insistir. Los signos de la decadencia argentina son por demás elocuentes y el riesgo de la ceguera para reconocerlos y enfrentarlos, está poniendo en juego la supervivencia de la Nación.

Recuperar los valores del sistema republicano es la tarea que debemos enfrentar y la primera y necesaria etapa a recorrer hasta lograr una Nueva Organización Nacional; retomar la vieja sabiduría de empezar de a poco y reunirnos para asumir esta responsabilidad.

Los problemas nacionales sólo podrán ser resueltos y superados, cuando los argentinos estemos dispuestos a enfrentarlos. Miremos la verdad de frente poniendo al servicio de la República, los valores que se han salvado del naufragio; no perdamos el tiempo en recriminaciones, pero no repitamos errores

Los males que aquejan a la Argentina necesitan de un grupo consolidado de voluntades y una expresión social pluralista que canalice los diversos criterios y esfuerzos en aras del engrandecimiento nacional.

Hay un sector responsable en la República que hizo y sigue haciendo esfuerzos y sacrificios sin pedir nada, que quiere colaborar para recuperar la dignidad nacional y el orden institucional y que confía en la inspiración patriótica de quienes tengan la responsabilidad de conducir esta nueva cruzada.

La retracción de los mejores hombres y mujeres del país ha significado que pseudos dirigentes incompetentes y corruptos se hayan entronizado en la conducción de la Nación que ha quedado sumida en el desprestigio.

Es así como la política terminó resultando algo vil donde no tienen cabida las personas honorables pues sólo participan en esa actividad quienes cultivan el arte del disimulo, la demagogia fácil, el desmesurado afán por el poder y apuntan al enriquecimiento impúdico

Pretendemos interpretar a esa mayoría silenciosa e invertebrada que aspira encontrar, a través de la unidad de diferentes voluntades, una respuesta válida para sus expectativas.

Creemos que sería auspicioso replantearse la idea de país desde esa perspectiva: a pesar de lo utópico que puede resultar, desde el modelo de la honestidad y la transparencia en la gestión pública. En ese sentido sostenemos que es imperativo iniciar la revolución del mérito, del esfuerzo productivo, de la preparación académica en todos los niveles; en fin, una revolución ética para salir del estancamiento y de la corrupción.
Un nuevo contrato moral.






BASES PARA LA ACCION



I)
Los conservadores tenemos siempre en cuenta, y recordamos a la sociedad, que además de los derechos y en el mismo plano que éstos, existen los deberes del individuo hacia sí mismo, hacia sus prójimos y hacia la sociedad entera. Y que cuanto más derechos se tienen, o más alta posición se ocupa en la jerarquía social, son más graves los deberes y más extensas las responsabilidades.

II)
Los conservadores no somos ni hemos sido nunca enemigos del progreso.
Por el contrario, el crecimiento del país y su profunda transformación social se realizaron bajo los gobiernos conservadores, favorecidos por su legislación y su política.
Pero es de simple buen sentido admitir, como nosotros, que la civilización es el resultado del cambio, a la vez que de la tradición.
Sin el orden, que supone algún grado de permanencia, la existencia misma de la sociedad sería imposible.

III)
No hay nadie, sin embargo, más propicio al cambio saludable y oportuno que los conservadores.
Las soluciones que proponemos nunca son anticuadas y no lo son porque no creemos estar en posesión del secreto del porvenir. Por éso no tenemos fórmulas ni ideologías que resuelvan todos los problemas de buenas a primeras.
Por ello no debe sorprender que en su larga actuación al servicio del país, las fuerzas políticas conservadoras hayan adoptado actitudes que, abstrayéndolas del tiempo y las condiciones en que se manifestaron, podrían parecer contradictorias, pero que examinadas en función de las circunstancias exhiben una profunda y sustancial unidad.
Hemos favorecido la evolución progresista oponiéndonos a factores retardatarios y a cambios bruscos y exagerados; hemos defendido las libertades públicas pero hemos combatido la anarquía y estimulado la cohesión social.

IV)
En materia económica hemos sido de tendencia liberal aunque no hemos deja nunca abandonada a la comunidad frente a los monopolios, privados o estatales, nacionales o extranjeros, empresarios o sindicales; rompimos con el pasado colonial cuando se dictaron las leyes del registro y matrimonio civil y de la educación común, pero custodiamos la organización familiar y la tradición religiosa de nuestro pueblo; fortalecimos el Poder Ejecutivo y dimos leyes y jueces a la República; fuimos árbitros equitativos entre las clases, los grupos y los individuos, y nunca nos prestamos a ser instrumentos de opresión de los unos sobre los otros.

V)
Los conservadores somos de antigua tradición federal; más aún, somos una fuerza federal por excelencia.
Si queremos tener un país equilibrado, con la variedad y diferenciación que son condiciones de vida y de progreso, armonizadas pero no suprimidas por las leyes, el federalismo deber ser mantenido, estimulado y perfeccionado.
El crecimiento desmesurado y monstruoso de la Capital Federal y el aniquilamiento del interior, sólo pueden ser corregidos por la acción inteligente del poder.
Pero para que el poder se ejerza así, debe ser compartido por las provincias. Si ellas no tuviesen acceso al poder, nada o muy poco les llegaría de sus beneficios.
Los conservadores contraemos un compromiso solemne con las provincias: de fomentarles el respeto a sus autonomías, reglamentando las garantías constitucionales que impiden su allanamiento arbitrario; de despertar su economía, en muchos casos aletargada, fomentando que extraigan las riquezas que permanecen inexploradas en yacimientos abandonados; de favorecer sus industrias y de fomentar otras nuevas, para que el interior del país se pueble en lugar de despoblarse como ocurre con las llamadas "provincias pobres", que tienen sin embargo ingentes recursos naturales que circunstancias modificables mantienen desaprovechados.

VI)
El ciudadano no es libre solamente porque lo dejen votar, si al mismo tiempo se ejerce el monopolio de los medios de comunicación para insuflarle propaganda, o si la amenaza del despojo no permite a la propiedad privada cumplir una de sus funciones esenciales, cual es la de impedir que lo más del poder económico caiga en manos del Estado.
Porque no hay pedazos de libertad. La libertad o es completa o no es libertad. Ella no admite calificativos que la parcelen y la destruyan





¿CÓMO SON Y HA SIDO SIEMPRE LOS CONSERVADORES?

El estilo Conservador (Por el Dr. Emilio Hardoy)



No hemos sido ni ceremoniosos ni estirados, sino espontáneos, naturales, pero respetuosos de las formas.

Creemos que las formas son fundamentales para construir una nación y que ellas, como los medios, no pueden ser malas in malograr los fines.

Respetuosos y cordiales, no penetramos en la intimidad del adversario, no invadimos su vida privada, no nos complacemos en denunciar negociados o corrupción y preferimos ceder a otros la dolorosa tarea y cuando la asumimos, es porque el interés público lo impone ineludiblemente.

Cultivamos la amistad y el respeto a la palabra empeñada porque sabemos que la política no es, en el fondo, sino un sistema de lealtades

Los conservadores no pensamos que la política debe ser excluyente ni, sobre todo, que ella deba girar alrededor de la economía; el apego de los conservadores a la vida, a la riqueza y variedad de los donde de Dios, está para nosotros antes que el poder o la economía y creemos que un hombre que sólo viviera para el poder o la economía perdería el juicio.

Los conservadores, más que una ideología representamos una actitud ante la vida: tolerante, comprensiva, respetuosa, resuelta, cordial.
Buscamos la comprensión, el acuerdo, el olvido de las ofensas, y aunque en la lucha somos batalladores procuramos no ser agraviantes, ni nos solazamos en el ridículo o el aniquilamiento del adversario.

Es fundamental comprender que nada hay más alejado de los conservadores que un "doctrinario", o sea, un "ser abstracto e insolente", "insoportable por la altanería y la insistencia de sus críticas".


La seriedad de la palabra y la promesa política, desde el llano como desde el poder, la severidad en el manejo de la "cosa pública"; el respeto de las jerarquías, el ejercicio sereno y enérgico de la autoridad, la implantación de la disciplina en la conducta personal, en la conducción del Estado y en las relaciones sociales, la parquedad en los gastos presupuestarios, la honestidad administrativa y la eficacia de la administración nacional he ahí algunos de los valores clásicos y genuinamente conservadores, hoy prohibidos en las tribunas partidarias y en el desempeño del gobierno por irresponsables, aduladores, estafadores del ciudadano.

La devoción por la religión de los padres, el amor a la Patria, la veneración por la familia, la persona humana y por sustento de ambas, la propiedad privada, el ejercicio valeroso y responsable de las libertades políticas concretas, propias de nuestro medio, dentro del orden y para el orden, el apego por las formas republicanas, el sentido de las tradiciones, las criollas de todo el tiempo y las que paulatinamente se han ido incorporando a la vida del país; la voluntad de hacer de la nuestra una gran nación, poderosa, rica, influyente y prestigiada, y, en fin, un orgullo íntimo por la ventura de ser un buen argentino, son otros tantos rasgos de esa personalidad conservadora antigua y perenne, razones bastantes para que el partido, que la representa y asume, perviva. .


Amo el "estilo conservador", grato a nuestros grandes hombres -ajeno a los charlatanes de la feria electoral como a los doctrinarios de nuevo cuño-, que exhiben buen gusto sin estiramiento ni empaque, muy nuestro, con señorío criollo y que, en todos los momentos, aún en los más solemnes, tiene algo de vital y espontáneo; un estilo, en fin, para hombres, condición esta última que saben asumir ahora en política también nuestras mujeres correligionarias.

Y pueden estar seguros de que, bajo cualquier apariencia habrá siempre en nuestro país quien, gozosamente, ostente el "estilo conservador"

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