viernes, 16 de octubre de 2009

Alpargatas sí; libros también.

Argentina es un país históricamente maniqueísta: unitarios-federales; conservadores-radicales; peronistas-antiperonistas; agravado con el transcurrir de los años y las circunstancias políticas, sociales, culturales y hasta deportivas.
La historia nacional ejemplifica con sobradas muestras cómo, esta actitud, tan típicamente argentina, ha llevado al país hasta un grado de lo ridículo, incomprensible para el mejor sociólogo.
Hemos desandado lo que otros gobiernos habían hecho en una carrera donde los únicos perjudicados fuimos todos como sociedad, donde no logramos reposicionarnos en el mundo después de haber alcanzado el 6to lugar, logrando el respeto y la consideración del concierto de los países del mundo.
Hacemos un culto a las pasiones; el paroxismo nacional no tiene antecedentes en el mundo; el grado de irracionalidad demostrado por la clase dirigente, tampoco.
Se dan casos –entre los que la lista sería interminable- como el que describiera Winston Churchill a propósito de Perón: “es el único militar del mundo que quemó su bandera y el único cristiano que arrasó con las iglesias”.
Estos son los dirigentes de nuestro país de las últimas décadas…
Y seguimos sin encontrar el rumbo.
Sin embargo, desde Conservadores Argentinos creemos que estos años de desencuentros, de odios, de exaltación de las más bajas pasiones tiene que dar paso, necesariamente, a una nueva realidad.
Es imposible pensar que se puede seguir en este estado de cosas, de insultos, de corrupción, de “todo vale” en una lucha desenfrenada por ver quién se empeña en hacer peor las cosas.
Donde se celebran las actitudes prepotentes y patoteras de los dirigentes nacionales de todo los ordenes; donde rige la ley del silencio de los mafiosos; donde se exaltan personalidades cuyo grado de resentimiento raya con lo obsceno; donde el imperio de la fuerza es la única constitución nacional; donde las leyes se hacen en función de los políticos de turno sin contemplar un plan estratégico para el futuro.
Argentina es el país de las “oportunidades desperdiciadas” donde la demagogia se ha impuesto a las políticas de Estado serias.
Y para peor creemos que somos “vivos”; que con nuestra “guapeza” vamos a torcer el rumbo de la historia a nuestro favor.
Creemos que está llegando la hora que entendamos que así no se puede construir un país en serio.
No es desacreditando como vamos a conseguir respeto y confianza ni acá ni mucho menos fuera de las fronteras del país.

“Alpargatas sí, libros también”
Somos un país –por lo menos así lo dice nuestra Constitución-, republicano y federal.
Creemos firmemente en la fuerza productiva del campo como sostén de la economía pero también creemos en la fuerza de la educación y de la instrucción; “el éxito nacional a largo plazo se basa en el capital humano, tanto por la relación entre la educación y la tecnología como por la relación entre la educación y el buen funcionamiento de la democracia”.
Creemos y necesitamos políticas de estado serias para refundar la Nación en vísperas del bicentenario que se aproxima.
En la era de la comunicación la ignorancia y la irracionalidad están ganando terreno.
Porque, como dijera Marcelo Lascano en El Cronista, “aquello que es irracional para el desarrollo argentino no necesariamente lo es para la permanencia en el poder de un determinado proyecto político.”

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