Por: Ma. del Valle Alvarez Gelves
Periodista
En consonancia con la nota editorial publicada por el Diario La Nación, reproducimos un artículo escrito en Mayo de 2009.
El presidente consorte del actual gobierno sigue recurriendo al discurso del miedo como una manera de intimidar a los ciudadanos. Ignorante de la psicología humana y convencido que la evocación de capítulos trágicos de nuestra historia reciente le van a generar esos votos que necesita para sostener la hegemonía de su autoritario sistema, el marido presidencial utiliza golpes bajos para la campaña legislativa con proyección a las presidenciales 2011 la cual, según pasan los días, se le va tornando más adversa debido a la suciedad en la que la ha sumergido.
Sin embargo y ante esa actitud desaforada e irracional que transmite en cada una de sus alocuciones nos preguntamos quién es el que tiene miedo. Porque no podemos obviar que cuando alguien intenta dominar la voluntad de otros a través de ese artero sentimiento sólo pone en evidencia su propia debilidad y temor y su incapacidad para reconocer sus propias incertidumbres.
El miedo es el arma más baja y ruin que puede utilizar alguien para dominar la voluntad ajena. Especialmente porque el miedo paraliza a quien lo padece. Reconozco que no por mucho tiempo pero el tiempo en que lo hace anula la capacidad de reacción del sometido impidiendo su libre determinación y se necesita mucha fuerza de voluntad y coraje para salir de ese estado de cosas.
Néstor insiste una y otra vez en que “estarían en riesgo la gobernabilidad y el sistema democrático” como un mensaje claro regado de terror al que acompaña con gestos, miradas y tonos acorde al mismo.
Sin embargo, hay algo en lo que coincido con Kirchner porque, efectivamente, volveríamos a décadas pasadas si se insiste en votarlo después de leer sus discursos. Porque, si mal no recuerdo, fue el mismo ardid al que apeló el Dr. Alfonsín –ahora encumbrado en los altares de la Patria- cuando el gobierno de entonces comenzaba a mostrar signos de debilidad y de incapacidad para gobernar y resolver los asuntos críticos que asomaban en su gobierno.
Un líder verdadero, lejos de apelar al temor para cosechar adhesiones que lo sigan en un proyecto, debería procurar sembrar la esperanza y el buen entendimiento aunando voluntades en torno a nobles ideales donde, indudablemente, el sacrificio, el esfuerzo, la discusión de las ideas y los objetivos claros forman parte de la ingeniería del triunfo.
Porque el temor, lejos de motivar, es un gran inmovilizador en la dinámica del crecimiento como lo son la mentira, la manipulación y la apelación recurrente a esas imágenes negativas que quedan archivadas en la memoria individual de la experiencia de cada uno.
¡Pero no!
Una vez más el presidente consorte se quedó en la retórica setentista que intimidaba, asaltaba, y paralizaba a la sociedad con el miedo.
A los ciudadanos nos cabe entonces la obligación intelectual, si queremos ver a nuestro país prosperar, de tomarnos el tiempo necesario para hacer un análisis de los discursos pre electorales –si es que alguno tuviera contenido o ameritara el esfuerzo- porque luego vienen las decepciones y resulta que “nadie lo votó”.
Porque no son los slogans propagandísticos –más propios de las dictaduras comunistas que de los sistemas republicanos y democráticos- con los que se gobierna un país aunque ellos movilicen y convoquen multitudes. En todo caso se necesitan programas serios de gobiernos, capacidad dirigencial y administrativa.
La pregunta clave para este acto eleccionario es: ¿queremos este modelo de país que nos propone la dupla presidencial donde la libertad de prensa está condicionada a los intereses gubernamentales, donde con nuestros fondos pagamos una campaña presidencial, donde se utilizan los recursos del Estado para fines partidarios, donde aparecen candidatos que se saben, no van a asumir, donde se manipula a la opinión pública con mentiras políticas, donde se manipulan las estadísticas, en fin… que vivimos en un sistema construido sobre la base de la mentira ?
Y además, ¿queremos un país más cercano a los intereses de países tercermundistas que de las economías desarrolladas?
La historia argentina ha dado sobradas muestras de valor a través de aquellos que concibieron nobles ideales como movilizadores de sus actos. Siendo que el valor no es más que una decisión que tomamos en las encrucijadas, como leí alguna vez en algún libro, creo que la Argentina actual reclama un compromiso serio de nuestra parte con aquellos ideales que hicieron grande a la Nación.
Sin ideales nobles y convicciones firmes es imposible confrontar con la mediocridad de los discursos políticos que bajan de la autoridad central. Pero esos ideales y esas convicciones deben ser el producto de una reflexión tranquila y no el atropellado soliloquio de quien se deja dominar por arengas vacías de contenido y motivadas por el odio y el resentimiento de quien ve que va perdiendo su poder.
Aunque suene recurrente creo que el problema fundamental que padecemos los argentinos es seguir esperando con la vaga esperanza de que algo va a cambiar aún a sabiendas de que no hay fundamentos sólidos para que ello ocurra.
Los cambios, necesariamente, parten de las convicciones que cada uno tenemos cifradas sobre lo que queremos para nuestras propias vidas. Pero para ello hay que tener el valor necesario para sostenerlas y ser consecuentes con las mismas. Para eso dispongo de la libertad. Para elegir los valores que van a guiar mi vida y renunciar a alguna circunstancia si la misma afecta mi ideal de vida.
Pero no es el miedo el sentimiento que debe primar sobre a la libertad de elección y de opinión. Porque la fortaleza de cada uno reside siempre en sus convicciones y son éstas las mejores protecciones antes el avasallamiento de quien intenta imponernos su voluntad e imprimir su propio temor y cobardía en nuestras vidas.
Ahora, si las convicciones ciudadanas individuales están basadas en la falta de ideales altruistas, en la cobardía para hacerlos públicos, en el temor a los poderosos, en el miedo a perder las prebendas de quien intenta corrompernos, entonces, ¡Dios nos libre! y ya sabemos cuál va a ser el resultado de estas elecciones.
Confío en la madurez del pueblo argentino a la hora de elegir en la próxima elección.-
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